Firmeza y amabilidad para una disciplina positiva

Desde la vereda se puede escuchar que en casa de la familia Bermeo la madre castiga con un golpe a Mario, su hijo mayor, por haberse comido un chocolate que le pertenecía a un hermano. Cogiéndose la cabeza con ambas manos les grita a sus tres hijos: “¡Estoy harta! No sé qué hacer para que ustedes hagan lo que les he ordenado, ¿hasta cuándo pasará lo mismo?” Mario, muy enojado, devuelve los gritos a su madre, acusándola de loca.  Beatriz, la segunda hija, prefiere mirar a lo lejos la situación y llorar silenciosamente desde un lugar donde los demás no logren verla. Raúl, el menor, ha ido a su cuarto a entretenerse con sus juguetes. Es así como terminan todos los conflictos en esta familia.

Muchos padres no saben cómo corregir a sus hijos eficazmente. Algunos se cuestionan qué tipo de estrategias podrían ayudarlos o qué más pueden hacer ellos para que los hijos aprendan a comportarse. Lo que realmente buscan estos padres son estrategias castigadoras para someterlos u obligarlos, intentarán con el castigo físico, las humillaciones verbales, la ducha fría, entre otros. Y al intentarlo, como el caso de los Bermeo, se darán cuenta de que esto no ha sido suficiente, porque los resultados aún no se alcanzan.  Ahí surge la frustración o el desánimo de un padre o madre que siente que ha fracasado en su rol.

 

 

La clave está en la motivación

 

 

El castigo puede ser una estrategia excelente para frenar la conducta en el momento, pero, ¿qué está sintiendo, pensando, decidiendo un hijo luego de ser castigado? ¿Estará sintiendo ganas de hacer las cosas bien la próxima vez?

 

El castigo genera respuestas a corto y mediano plazo que desmotivan e invitan al resentimiento, revancha, rebelión y retraimiento. Si analizamos la respuesta de cada uno de los hijos de la familia Bermeo, seguro encontraremos uno de estos efectos.

 

 

Rudolph Dreikurs, psiquiatra y educador estadounidense, dejó una gran lección sobre la que debería fundamentarse toda estrategia educativa: “Un niño que tiene mal comportamiento, es un niño desmotivado” Desde esta premisa, los padres debemos comprender que en lugar de pensar cómo ganarle al niño, debemos ganarnos al niño.

 

Solo cuando logramos motivarlos y los animamos a querer ser mejores, podremos influir en el desarrollo de sus habilidades futuras para la vida. Si mantenemos esta perspectiva, surgen los ingredientes fundamentales para una educación basada en la disciplina positiva: firmeza y amabilidad.

 

 

La firmeza es un requisito necesario para poder ubicar los límites claros. Las expectativas y proyecto familiar son ubicados únicamente por los padres. La firmeza es respetuosa tanto para el niño, como para el adulto; porque así ambos sabrán qué se espera de cada uno de ellos. Y la amabilidad deberá ser el mejor compañero de la firmeza, porque mediante ésta, un padre será capaz de escuchar el corazón de su hijo y de sintonizar con su sentir, pensar y actuar.

 

Estas claves educativas deberán ser utilizadas de manera constante y ser los lineamientos básicos para la educación en las diferentes edades, en cada una de ellas lo que podría variar son las herramientas.

 

 

Herramientas con base en firmeza y amabilidad

 

Escuchar

 

Evitar anticiparse o etiquetar: ¡Cuánto cuesta escuchar! Los padres somos expertos expositores de lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer. Convendrá tener una escucha sincera que busque conectarse emocionalmente con el otro. Esto lo hará sentirse validado e importante.

 

Utiliza preguntas  de curiosidad

 

Luego de la escucha atenta y sin prejuicios, será importante realizar preguntas que inviten a que los chicos saquen sus propias conclusiones y busquen reparar errores, si el caso lo amerita. Un aprendizaje será más genuino cuando viene pensado y elaborado desde la persona, no cuando es impuesto por otros.

 

Enfocarse en soluciones

 

Cuando se encuentren frente a un problema que se repite constantemente, conviene que ambos padres hayan llegado a un acuerdo sobre cómo reaccionarán si nuevamente se presenta la conducta, y convendrá que lo hayan anticipado previamente y sean constantes siempre.

 

Decidir lo que se hará  y ser consecuente

 

Enfocarse en soluciones: En lugar de buscar castigar o tratar de observar sentimientos de culpa y vergüenza por parte de los hijos a través del castigo, será mucho más beneficioso a largo plazo buscar en conjunto con su hijo posibles soluciones a los problemas. Esta búsqueda en conjunto ayudará a que, desde los más pequeños hasta los más grandes, se sientan comprometidos y responsables de sus acciones.

Por: Ma. Daniella Medina de Massúh - Psicóloga Clínica

 Directora académica de IMF

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